El agua es sinónimo de vida. Indiscutible. Nuestra ciudad, al igual que otras, se creó a la vera de manantiales y de un río. Agua cómplice de baños en San Juan, de llenar el botijo de barro en el agua que brota por los caminos, de conversaciones de lavanderas a la orilla del Vero.
Así surgirían de la mano de los árabes las primeras fuentes, azudes, baños y acequias cuyos trazados generosamente regaban nuestras huertas y movían molinos con más vigor que cualquier combustible. Incluso siglos más tarde, de la fuerza del agua, surgió esa modernidad de nombre electricidad.
Pero con el desarrollo industrial y de nuevas energías se empezó a dar la espalda al río. Y lo que comenzó siendo una relación de iguales, se convertiría en una dominación humana sobre los recursos naturales. El agua empezaba a considerarse parte de los desechos y nuestras desagradecidas fábricas aprovechaban la potencia del agua y le devolvían sus residuos. Lo que no valía había que echarlo al río. Comenzamos a invadir su hasta entonces respetado e imprevisible espacio, construyendo en zonas de riesgo (Barbastro se expandió con el barrio de San Juan y con la plaza de la Diputación se bajó hasta el río; o sobre los barrancos que parecen mansos construyendo el Coso, General Ricardos o gran parte de nuestro Barrio); a verter residuos que llegaban a las aguas subterráneas. Las verdes huertas contaminaban las aguas con nuevos pesticidas.
Éste es un pasado presente. ¿Quién puede hoy darse un baño en San Juan? ¿Recordamos la fuente de San Francisco potable? ¿Qué origen tiene el olor del torrente del barranco de Bacamorta que hoy se vierte directamente al Vero? ¿Se controlan los movimientos de tierras en dicho barranco o cerca de la Boquera? Y esto por poner algún ejemplo…
De sobra es conocido que, a este ritmo, en décadas el agua será moneda de cambio y unos litros superarán al valor del barril del petróleo. Hoy ya vemos que es origen de enfrentamientos, de guerras, signo de poder y exclusión. Preciadas botellas de líquido mineral-natural contra desagradables grifos de agua potabilizada… Muchos de los síntomas que hoy vivimos hacen suponer que si no se toman medidas urgentes esto irá a más.
En tierras aragonesas sabemos lo que es vivir de y sufrir por el agua, de la fuerzas de los torrentes dormidos, de saber que tu pueblo nació por el agua y morirá por una obra hidráulica, de ríos cristalinos convertidos en riachuelos de espuma, de fango sin vida. Desde nuestro barrio hacemos un llamamiento al uso responsable, a cuidar nuestras fuentes y manantiales, a apreciar cada sorbo de vida. De todos, instituciones y ciudadanos depende no olvidar la lección aprendida.
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Fotografía: Archivo de Luis Sambeat.
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Nota del autor: Este texto fue redactado por mí para el programa de las recuperadas fiestas del barrio de San Joaquín de Barbastro (Julio de 2010). Después de semanas recupero el blog y recupero el trabajo habitual pero, como iréis viendo, en el verano no he parado de pensar en lo que "aquí hubo".