Los que ya pasamos la treintena aún recordamos tiempos austeros en los que la Navidad llegaba en Diciembre. Tiempos en los que se cantaban villancicos y no importunábamos a nadie al nombrar a la Virgen, al niño y a los peces que bebían en el río, y se desconocía al reno al que todos los niños, laicos, cantan ahora. En definitiva, la Navidad se celebraba a tiempo y bien.
Quiero reflexionar, como seguramente muchos hacemos (da igual si de treinta u ochenta), sobre la decoración de estas fiestas. Nunca mejor dicho: "decoración".
Rechirando entre cajas y cajas, que llegaron en su día a mi casa con la alegría de pasear el aguinaldo, he encontrado una pequeña estrella de cartón recubierta ya por un cuarteado papel de plata. La he observado un buen rato y me he emocionado cuando al descubrir las marcas de mi puño, escritas a bolígrafo azul sobre cartón gris. Seguramente el cartón sería de alguna caja de galletas y, sobre ella, intenté dibujar la estrella perfecta, para mí la de cinco puntas, igualita que la estrella colgante que brillaba sobre las entradas a Barbastro.
Para quien no las recuerde, le diré que había unas tres estrellas hechas de bombillas, que iluminaban los accesos a Barbastro por las carreteras principales: desde Monzón, desde Huesca y desde Graus. Para mí, las más bonitas que he visto en mi vida. Aún podemos intuir la silueta de una de ellas junto a la Estación pero, ahora, hecha de hilo luminoso. Las más bonitas y que intenté imitar en mi estrellita de cartón y papel de plata.
Hablando de adornos navideños, Barbastro tenía allá por los años ochenta sólo unos pocos: las mencionadas estrellas, el mimado -antes talado- árbol de la calle San Ramón y su casita que contenía un Belén; y las luces del Coso en las que se aprovechaba la guirnalda con el escudo que iluminaba las fiestas mayores, cambiando el barbudo por la silueta de un abeto verde. También la parroquia de San Francisco decoraba su portada como hace ahora -con un nacimiento-, en la torre, una estrella, e incluso en la galería aragonesa hubo letras de "paz y amor". En los comercios, además, se veían belenes y algún novedoso adorno de los que vendían las decoraciones típicas de estos días y, en sí, eran todo un espectáculo los escaparates de los almacenes que rebosaban juguetes. Lucir, también lucían algunos árboles en privilegiados jardines, en centros educativos y en el "cuartelillo". Poco más... ¡y poco menos! Adornos repetitivos que resultaban siempre nuevos a la mirada que se dejaba emocionar.
Pero quiero volver con mi pequeña estrella y a sus recuerdos de mi casa, de mi infancia. Me vienen a la memoria cinco adornos del raquítico y minúsculo árbol familiar, árbol de corazón de madera y escasos y artificiales brazos, comprado sin no poco esfuerzo de mis padres. Esos adornos eran unas campanas y unos zapatos, ambos de dos en dos, plateados y con hojas de acebo; el tercero era un bonito espumillón multicolor, poco habitual y que competía en belleza con raquíticos espumillones de alambre que perdían su frondosidad con sólo mirarlos; el cuarto adorno era una bola poliédrica, para mí "exclusiva" ante las esféricas de plástico, que eran poco habituales ya que sí lo eran las de frágil cristal; y, por último, mi preferido: una concha de plástico pintado de plata que contenía un nacimiento minúsculo, y ¡se abría y todo! De estos adornos sólo conservo el espumillón y la bola, fieles testigos vivos de mi inquieta infancia. Ahora los cuido y los tengo presentes cada Navidad.
A estos recuerdos se suma ahora la pequeña estrella. Pequeña como pequeñas eran las luces del árbol, todo un lujo era comprar una guirnalda de 8 bombillas de colores y, más lujo aún, si tenían intermitencia aunque eso sí, se apagaban todas a la vez... no hacían las maravillas que hoy hacen que cantan y todo, hasta bailan al ritmo de la música.
El color... para mí mi infancia es en color. Mezclas, quizás estridentes, de colores: bolas de colores, espumillones de colores, luces de colores... que disfrazaban lo realmente real: un árbol raquítico, simple... como si fuera un símil de aquellas fiestas: sencillas, austeras, pero de color y de alegría. En las que el mejor tesoro iba emocionalmente vestido de papel de plata.
Los adornos se repetían año tras año. Tanto los que veía por la calle como los de mi casa. Repetidos, previsibles, pero tan queridos como si fueran cada año nuevos. Y la ilusión, como mi árbol, no se mantenía en pie sola. Necesitaba la ayuda de los demás como se necesitaban las piedras para rellenar el tiesto en el que plantar el arbolito, como se necesitaban unas manos adultas para realizar un empalme que jubilaba la bombilla fundida... Esta ayuda de todos es la ilusión que aún hoy sigo teniendo y que me alegro de ver a mi alrededor, que me hacen iluminar el vacío del consumismo, incluso iluminan más que cualquier guirnalda de led y cortinas luminosas "efecto nieve"; iluminan más que la invasión de balcones a 220 voltios e infinitos vatios; más que los miles de Papás Noel que trepan a nuestras casas ya en Noviembre...
Para acabar, cierro los ojos, y veo mis zapatos, pequeños, puestos en el balón en espera de Sus Majestades los Reyes de Oriente. Seguro me traerían caramelos y alguna prenda necesaria. No necesitaba más, la ilusión para mí lo era todo. Sabía que todo lo que me traerían cabría en mis zapatos.
Y sigo con los ojos cerrados y veo las telas del Niño Jesús... ojalá no se quede en moda, sino que estos adornos sean mimados y se sepan mostrar en los balcones con toda dignidad. Como yo sigo haciéndolo con mi bola cuarteada, con mi espumillón multicolor y, ahora, con mi pequeña estrella de papel de plata.
NOTA DEL AUTOR: la intención de que este texto no vaya acompañado de imagen es, simplemente, para ayudar a imaginar.
viernes, 23 de diciembre de 2011
jueves, 1 de septiembre de 2011
«Patrimonio amado»
El título de esta entrada no es mío, sino extraído de la presentación del Extra Fiestas de El Cruzado Aragonés (Semanario del Altoaragón).
Este año la directora del mismo, Lolo Sampedro, muy amablemente me pidió que hiciera la portada, con total libertad y, claro está, con el "lastre" de un nivel muy alto en el grafismo de años anteriores.
Una plublicación muy querida y esperada por los barbastrenses y por la Comarca merecía una buena portada pero quería llevarla a mi terreno. Así que la portada del Extra se fue llenando de pequeños detalles del patrimonio cotidiano aunque a veces desapercibido, pero que unido forma algo mucho más grande: la imaginación de las formas por encima de la función.
Y éste es el gran peligro que acecha a estos pequeños elementos: su fragilidad viene en ocasiones del óxido; pero más veces viene de que esas formas que en su día lo fueron ahora "no son funcionales". ¡Qué error pensar eso! Y ¡qué placer da contemplarlas, cada una imaginada en su época y en su estilo!
Os dejo con la presentación que la directora escribe en el Extra Fiestas de El Cruzado:
(texto pendiente)
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sábado, 23 de julio de 2011
Una fiesta para elogiar "horrores"
Ya el año pasado escribí una entrada sobre las fiestas del Barrio de San Joaquín. En ese momento se recuperaban tras más de una década sin celebrarse.
Os dejo con un artículo escrito para el programa de fiestas de San Joaquín de este año 2011, en el que se recuerdan las fiestas del año 1948. Enrique Padrós conversó con Justina Pallás y yo redacté, lo más fiel posible a las palabras de ella, este relato:
***
En el programa de fiestas del pasado año, Fernando Noguero hizo un repaso a la historia más reciente de nuestro barrio. En su artículo destacó las sonadas fiestas del barrio del año 1948 en la que tuvo una gran repercusión, incluso provincial, la carroza de la calle Calvario. En esta ocasión os contamos la historia, en primera persona, de una de sus protagonistas, Justina Pallás.
"Ese año se preparaban las fiestas del barrio, en agosto, con sus carrozas. No tenía ni los 18 años, ni tampoco andaba muy animada porque estaba a punto de operarse mi madre. Me llamó mi padre a la fábrica(1) y allí estaban todos, pero no quise entrar a la reunión. –¿Y tú no entras o qué, tú? –me decían. Incluso mi padre: –¿Cómo que no quieres salir? Qué salga la zagala–. Todas se apuntaron.
Todas las noches íbamos a casa Guadalupe (Gistau), después de cenar, a preparar los vestidos. Las pruebas se hacían en su tienda y allí comprábamos algunos flecos, aunque la una traía una cosa, la otra otra. Cosas buscadas.Yo fui con un camisón de una, nuevo, de esos que presentaban antes cuando se hacían modistas. Un entredós... Y pocas cosas compramos: tela para el chaleco -que aún tengo por ahí-; para el velo de todas tela de viso; los adornos de la falda los hicimos con papel dorado y lentejuelas; para las alpargatas unas plantillas y el mismo papel aunque luego, en la carroza, iríamos descalzas.
El artesonado puede ser que fuera del carpintero José, el de Noguero, recuerdo que estaba allí cuando subimos, para ayudarnos. El brasero de la de Zapatillas, la alfombra (2) no sé muy bien...
Llegó el día. Salíamos de casa Español, del almacén de trigo que daba a la calle Los Cubos. Yo con cara de sueño. Erminia Zamora (3) nos maquilló -con un papel de fumar me quitaba pintalabios para que no se me corriera) y después de arreglarme... José Vicente (Guirotti) me dio la mano al subir la escalera del almacén y se quedó todo asombrado (estaban acostumbrados a verme de otra manera...). Ese día iba llena de pulseras, y muchas buenas... hasta por las piernas y todo.
Llegamos al lugar de concentración. No sabría decirte cuántas carrozas de otras calles eran. Sólo recuerdo que de la calle Mayor salieron de 'chulonas'. Guadalupe y Milagros (Español) fueron a dar una vuelta para ver el resto de carrozas. –Ya podéis ir tranquilas, que la mejor, ésta –nos dijeron. Tirada por las caballerías de Casa Zacarías, salimos, todos aplaudían...
Sí, resultó lo que no se esperaba. Todos locos de contentos. Y todo porque se tomaron mucho interés Milagros y Guadalupe. Y los hombres lo mismo, porque estaba José Vicente, Pepe (Gistau), el de Arqué (José María)... como mayores y como representación incluso por las casas.
Al llegar a mi casa me encuentro que bajaba la escalera la señora Josefa (Nevot), que me dijo: –He venido a darle la enhorabuena a tus padres–. Por la tarde a los toros ya no fui. A la carroza sí, había dado mi palabra porque mi padre se puso serio.
Al día siguiente de la fiesta fui a la plaza para un encargo 'pa' la huerta. Estaban Pepe, José Vicente... Me dijeron: –Ven, mira cómo os ponen aquí–. Era la Nueva España. Venía un escrito (4) en el que nos elogiaban 'horrores'.
Recuerdo que todos estaban allí. Todos ayudaron."
(1) Fábrica de harinas "La Verense", conocida como "Moliné".
(2) Posiblemente una colcha de casa Español.
(3) Erminia trabajaba en los distinguidos Almacenes de San Pedro y fue la primera mujer que constaba como miembro de la Comisión. Ella y Guadalupe se fotografiaron con el traje de XXX e incluso Guadalupe hizo iluminar (colorear) y ampliar sus fotografías.
(4) El cronista Cambra escribe: (...) A las doce se celebró el tradicional pasacalles de lujo, en el que cada calle del barrio presentó una carroza típica, mereciendo todos los elogios la del Calvario, denominada "El Oriente Exótico...", donde lindas muchachas ataviadas a estilo oriental, nos hacían recordar las bellezas del Oriente en nada envidiables a estas bellezas barbastrenses; infinidad de cabalgaduras, con típicos baturros y lindas mañicas a la grupa, completaban este vistoso pasacalles (...)
***
Fotografía en B/N: Archivo de Justina Pallás.
Cartel de fiestas: Sergio Alonso.
La Asociación de Vecinos no quiere dejar de lado su historia ni sus raíces, así que siempre se hará referencia al pasado. No es nostalgia, sino reafirmar de dónde venimos, tener identidad. De ahí que el cartel de este año sea una mezcla de fotografías de antaño y actuales, mezcladas, sin tener más importancia unas por encima de otras y cuyos colores forman el logotipo del Barrio: la J.
Os dejo con un artículo escrito para el programa de fiestas de San Joaquín de este año 2011, en el que se recuerdan las fiestas del año 1948. Enrique Padrós conversó con Justina Pallás y yo redacté, lo más fiel posible a las palabras de ella, este relato:
***
En el programa de fiestas del pasado año, Fernando Noguero hizo un repaso a la historia más reciente de nuestro barrio. En su artículo destacó las sonadas fiestas del barrio del año 1948 en la que tuvo una gran repercusión, incluso provincial, la carroza de la calle Calvario. En esta ocasión os contamos la historia, en primera persona, de una de sus protagonistas, Justina Pallás.
"Ese año se preparaban las fiestas del barrio, en agosto, con sus carrozas. No tenía ni los 18 años, ni tampoco andaba muy animada porque estaba a punto de operarse mi madre. Me llamó mi padre a la fábrica(1) y allí estaban todos, pero no quise entrar a la reunión. –¿Y tú no entras o qué, tú? –me decían. Incluso mi padre: –¿Cómo que no quieres salir? Qué salga la zagala–. Todas se apuntaron.
Todas las noches íbamos a casa Guadalupe (Gistau), después de cenar, a preparar los vestidos. Las pruebas se hacían en su tienda y allí comprábamos algunos flecos, aunque la una traía una cosa, la otra otra. Cosas buscadas.Yo fui con un camisón de una, nuevo, de esos que presentaban antes cuando se hacían modistas. Un entredós... Y pocas cosas compramos: tela para el chaleco -que aún tengo por ahí-; para el velo de todas tela de viso; los adornos de la falda los hicimos con papel dorado y lentejuelas; para las alpargatas unas plantillas y el mismo papel aunque luego, en la carroza, iríamos descalzas.
El artesonado puede ser que fuera del carpintero José, el de Noguero, recuerdo que estaba allí cuando subimos, para ayudarnos. El brasero de la de Zapatillas, la alfombra (2) no sé muy bien...
Llegó el día. Salíamos de casa Español, del almacén de trigo que daba a la calle Los Cubos. Yo con cara de sueño. Erminia Zamora (3) nos maquilló -con un papel de fumar me quitaba pintalabios para que no se me corriera) y después de arreglarme... José Vicente (Guirotti) me dio la mano al subir la escalera del almacén y se quedó todo asombrado (estaban acostumbrados a verme de otra manera...). Ese día iba llena de pulseras, y muchas buenas... hasta por las piernas y todo.
Llegamos al lugar de concentración. No sabría decirte cuántas carrozas de otras calles eran. Sólo recuerdo que de la calle Mayor salieron de 'chulonas'. Guadalupe y Milagros (Español) fueron a dar una vuelta para ver el resto de carrozas. –Ya podéis ir tranquilas, que la mejor, ésta –nos dijeron. Tirada por las caballerías de Casa Zacarías, salimos, todos aplaudían...
Sí, resultó lo que no se esperaba. Todos locos de contentos. Y todo porque se tomaron mucho interés Milagros y Guadalupe. Y los hombres lo mismo, porque estaba José Vicente, Pepe (Gistau), el de Arqué (José María)... como mayores y como representación incluso por las casas.
Al llegar a mi casa me encuentro que bajaba la escalera la señora Josefa (Nevot), que me dijo: –He venido a darle la enhorabuena a tus padres–. Por la tarde a los toros ya no fui. A la carroza sí, había dado mi palabra porque mi padre se puso serio.
Al día siguiente de la fiesta fui a la plaza para un encargo 'pa' la huerta. Estaban Pepe, José Vicente... Me dijeron: –Ven, mira cómo os ponen aquí–. Era la Nueva España. Venía un escrito (4) en el que nos elogiaban 'horrores'.
Recuerdo que todos estaban allí. Todos ayudaron."
(1) Fábrica de harinas "La Verense", conocida como "Moliné".
(2) Posiblemente una colcha de casa Español.
(3) Erminia trabajaba en los distinguidos Almacenes de San Pedro y fue la primera mujer que constaba como miembro de la Comisión. Ella y Guadalupe se fotografiaron con el traje de XXX e incluso Guadalupe hizo iluminar (colorear) y ampliar sus fotografías.
(4) El cronista Cambra escribe: (...) A las doce se celebró el tradicional pasacalles de lujo, en el que cada calle del barrio presentó una carroza típica, mereciendo todos los elogios la del Calvario, denominada "El Oriente Exótico...", donde lindas muchachas ataviadas a estilo oriental, nos hacían recordar las bellezas del Oriente en nada envidiables a estas bellezas barbastrenses; infinidad de cabalgaduras, con típicos baturros y lindas mañicas a la grupa, completaban este vistoso pasacalles (...)
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Fotografía en B/N: Archivo de Justina Pallás.
Cartel de fiestas: Sergio Alonso.
sábado, 16 de julio de 2011
La pequeña Victoria del Modernismo
Hace varios días, la rotura de un tubo de desagüe de aguas pluviales hizo que salieran a la luz restos de la decoración modernista de la casa donde se encuentra el Bar Victoria.
Como se indica en "El Mirador" de El Cruzado Aragonés: "...ha sido providencial para recuperar parte de la hermosa orla de inspiración modernista que adornaba el negocio de la familia Valle Raso, dedicado a los materiales de construcción, la decoración aguantó hasta los años cincuenta, para quedar sepultada después por el pragmático yeso. Bajo él han resistido los elementos vegetales y sus vibrantes colores, que ahora quedarán a la vista para el disfrute de todos".
Con la certera explicación de "El Mirador" no hay más que decir...
Fotos en Blanco y Negro: Libro "60 años de historia del Ayuntamiento de Barbastro en sus documentos". Donde se muestran los dos negocios: uno el que promovería la decoración de la fachada y otro el que aprovecharía dicha decoración hasta considerarla obsoleta.
Fotos en color: Dos muestras del antes (foto de internet) y el después del incidente que ha sacado a la luz esta decoración.
miércoles, 20 de abril de 2011
la vivienda por fin tiene un plan...
Es una pena que para dar salida al desmadre productivo de la construcción ahora se promueva la conservación. A buenas horas, mangas verdes, aunque aplicando refranes, no hay mal que por bien no venga.
Tras unos desafortunados primeros intentos de este "plan de vivienda" en el centro histórico (plan 2006-2010) en que llegamos a ver subvenciones en obras que no llevaban ni diez años en pie, por fin ha llegado a edificios cargados de historia y valor arquitectónico. Y por fin se valora la restauración estructural, del interior del edificio, su habitabilidad.
Hace unas décadas (en los años 90) sufrimos un gusto por adecentar fachadas, cuando el interior estaba más que deshabitado y en progresivo deterioro. Sólo tenemos que ver el desierto de la calle Monzón o de Joaquín Costa. Se pintó hasta la última fachada y en cada interior se cebaba la humedad, la decadencia y la soledad.
Me gustaría hacer un inciso. Muchas veces por la falta de inversión de sus propietarios y por su dejadez, sólo les queda alquilar esas viviendas a un mercado reservado a inmigrantes y a personas con recursos mínimos, lo que acentúa su deterioro. Un pez que se come la cola.
Independiente a este megapublicitado plan de vivienda de la "nueva economía" hay que dar las gracias a los pequeños estudios de arquitectos que apuestan por el mimo en la restauración. Que dan valor a vivir en casas llenas de vida y con personalidad, con alma. Casas de madera y ladrillo, casas de vivos colores...
Ahora podemos ver ejemplos del sector de la construcción bien entendida. Ejemplos que esperemos, por un largo tiempo, dejen atrás el ladrillazo con el que han golpeado la historia y el pasado.
Foto 1: Balcones curvos del edificio de estilo racionalista en la calle General Ricardos número 34.
Foto 2: Nuevo alero en ladrillo del edificio del paseo del Coso número 24, cuya fachada ha sido tomada últimamente por aparatos de aire acondicionado.
Foto 3: Dos edificios en calle Argensola, en primer término y con el cartel del plan de vivienda, uno de los últimos restaurados conservando la fachada y balcones de forja.
Tras unos desafortunados primeros intentos de este "plan de vivienda" en el centro histórico (plan 2006-2010) en que llegamos a ver subvenciones en obras que no llevaban ni diez años en pie, por fin ha llegado a edificios cargados de historia y valor arquitectónico. Y por fin se valora la restauración estructural, del interior del edificio, su habitabilidad.
Hace unas décadas (en los años 90) sufrimos un gusto por adecentar fachadas, cuando el interior estaba más que deshabitado y en progresivo deterioro. Sólo tenemos que ver el desierto de la calle Monzón o de Joaquín Costa. Se pintó hasta la última fachada y en cada interior se cebaba la humedad, la decadencia y la soledad.
Me gustaría hacer un inciso. Muchas veces por la falta de inversión de sus propietarios y por su dejadez, sólo les queda alquilar esas viviendas a un mercado reservado a inmigrantes y a personas con recursos mínimos, lo que acentúa su deterioro. Un pez que se come la cola.
Independiente a este megapublicitado plan de vivienda de la "nueva economía" hay que dar las gracias a los pequeños estudios de arquitectos que apuestan por el mimo en la restauración. Que dan valor a vivir en casas llenas de vida y con personalidad, con alma. Casas de madera y ladrillo, casas de vivos colores...
Ahora podemos ver ejemplos del sector de la construcción bien entendida. Ejemplos que esperemos, por un largo tiempo, dejen atrás el ladrillazo con el que han golpeado la historia y el pasado.
Foto 1: Balcones curvos del edificio de estilo racionalista en la calle General Ricardos número 34.
Foto 2: Nuevo alero en ladrillo del edificio del paseo del Coso número 24, cuya fachada ha sido tomada últimamente por aparatos de aire acondicionado.
Foto 3: Dos edificios en calle Argensola, en primer término y con el cartel del plan de vivienda, uno de los últimos restaurados conservando la fachada y balcones de forja.
viernes, 14 de enero de 2011
Los Tapiados, tranquilos de momento, mandan el tráfico "a paseo"
Parece que el título de esta entrada ha quedado redactado como un titular de noticia, de una gran noticia.
Hace ya varios años el Ayuntamiento de Barbastro informaba de una importante "idea" urbanistica para ampliar el camino de los Tapiados aunque requería la expropiación de multitud de fincas y la desaparición de las tapias que le dan nombre. Afortunadamente los técnicos de la Diputación de Huesca se han adelantado y han apostado por una solución más práctica: hacer pasar el tráfico donde las calzadas son más anchas (zona Las Huertas) y conectarla con el Eje del Vero (carretera que lleva a Alquézar y las Bodegas) a través del Barrio de San Juan. Solución ésta que no se aleja del casco urbano y soluciona muchos de los problemas del centro de la ciudad, donde los coches se encuentran en un callejón sin salida o enredados de la maraña de calles (calles de un sólo sentido, lógico por la falta de amplitud pero caótico para la circulación vial).
Vaya, quién lo iba a pensar, esta solución se me antoja lógica y familiar. Me alegro y mucho. De hecho, hace unos años escribí para El Cruzado Aragonés una carta en la que echaba de menos soluciones imaginativas ante la amenaza a los Tapiados por parte del Ayuntamiento.
Nota del autor: el texto que sigue, es un artículo de opinión que escribí para El Cruzado Aragonés en diciembre de 2007.
***
AÚN NOS QUEDAN OASIS
Todavía conserva Barbastro esos pequeños oasis que acomodan al que los habita y al que viene de paso, a uno en su quehacer diario, al otro en su descubrimiento de lugares y gentes.
Oasis a los que me gusta llamar rincones. Sí, rincones. Allí donde aparece lo extraviado, donde el niño pequeño se esconde y crea su mundo, donde se acumula el polvo con el paso del tiempo, donde se amontonan los recuerdos en trastos viejos de los que cuesta desprenderse.
Si un forastero pidiera consejo para qué visitar, me quedaría pensando en mis particulares rincones. Recordaría la Catedral, San Francisco y su fuente, la Plaza del Mercado y hasta la Peñeta. Pero por encima de todos éstos que aparentan ser inmortales -y recalco: aparentan-, me vendrían al recuerdo otros oasis más placenteros: las sensaciones. En invierno el olor a estufa de leña, cruzando el recio Puente del Portillo cubierto por una espesa niebla entre sus barandas de cemento. La primavera se vería envuelta por el viento, y éste crearía nuevos sonidos azotando oliveras y carrascas y llevando consigo el sonar de los tambores que anuncian la Semana Santa. En verano, el frescor de la sombra en un paseo por el zigzaguear de los Tapiados e incluso la humedad del musgo y el salpicar de sus manantiales. Y así, tantas sensaciones como días tienen las estaciones que me gustaría compartir con ese hipotético forastero.
Pero los sentidos están ligados a la imaginación y de esa sensibilidad cada uno sabe lo suyo. Los sentidos despiertan a la imaginación, y ésta motiva a los anteriores. Tan personal que es tarea difícil compartirlo. Sólo un buen escritor o un buen contador de historias sabría hacerlo. Y nuestros mayores lo consiguen. Nos hacen partícipes de sus vivencias, de sus peripecias en esos rincones de Barbastro. Hasta darnos cuenta que, pese a lo fugaz de la vida, hay legados, herencias que nos dejan para su recuerdo. Quizás no sentiremos lo que ellos, pero nos han transmitido esos lugares ofrecidos ahora a nuestros sentidos y nuestra imaginación.
Deberíamos lamentarnos de perder con los años esa capacidad propia de imaginar, pero más debería dolernos el acabar con los pequeños detalles, los rincones que mueven el motor de los sentidos. Si bien la merma de facultades es irremediable, sí que podemos poner los medios para evitar acabar con los lugares, rincones, oasis o como queramos llamarlos. Y no hay excusa ni resignación sino la capacidad de imaginar otras soluciones y así crear nuevos rincones: imaginar soluciones no es soñar lo inalcanzable, sino poner en práctica soluciones imaginativas.
Soluciones que hubieran evitado acabar, por ejemplo, con la Estación del Ferrocarril imaginando un vial en un sentido delante y otro en sentido contrario detrás de la misma, rodeando sus escaleras de vegetación y con su elegante palmera, como en el mejor de los oasis.
Soluciones que se han de poner en práctica para que lo práctico no sea agrandar, alinear, destruir, sino conservar y adaptar a nuevos usos. Soluciones para el siguiente oasis en riesgo: los Tapiados.
Mientras unos imaginan, donde antes pisaban las vías del tren, sendas verdes en las que pasear tranquilamente a pie o en bicicleta, otros parece que preferimos ver estos y otros lugares agonizar, morir. Es inaceptable ser espectadores de la piqueta. Los Tapiados, en su agonía como mero paso de coches a los huertos o a las fincas, reclaman que los imaginemos como una vía donde convivan motor y paseo. Reclaman ser una vía de un solo sentido. Reclaman a nuestra imaginación un puente desde la Cospillera al Campo San Juan para unir con un vial la faraónica rotonda de Las Huertas de Suelves con la antigua entrada a Barbastro bajo las Capuchinas. Unir Barrios.
Los Tapiados, en su personificación, prefieren seguir viejos pero dignos, con esencia. Piden seguir viendo pasear a los barbastrenses junto a la hierba de su senda y acompañarlos hasta su huerta o a visitar a su viejo amigo el Puente de Santa Fe, con el que querría ser recordado no por la amenaza que hoy les acecha (*), sino para otros menesteres.
Protección en todo caso para estos viejos amigos que nos hablan, al igual que nuestros abuelos, de tiempos pasados. De lo que aquí hubo. Una voz que nos reconforta. Como un oasis en el desierto.
(*) Se está elaborando un plan urbanístico para mejorar el trazado del Camino de los Tapiados que acabará con los muros que le dan nombre.
***
Hace ya varios años el Ayuntamiento de Barbastro informaba de una importante "idea" urbanistica para ampliar el camino de los Tapiados aunque requería la expropiación de multitud de fincas y la desaparición de las tapias que le dan nombre. Afortunadamente los técnicos de la Diputación de Huesca se han adelantado y han apostado por una solución más práctica: hacer pasar el tráfico donde las calzadas son más anchas (zona Las Huertas) y conectarla con el Eje del Vero (carretera que lleva a Alquézar y las Bodegas) a través del Barrio de San Juan. Solución ésta que no se aleja del casco urbano y soluciona muchos de los problemas del centro de la ciudad, donde los coches se encuentran en un callejón sin salida o enredados de la maraña de calles (calles de un sólo sentido, lógico por la falta de amplitud pero caótico para la circulación vial).
Vaya, quién lo iba a pensar, esta solución se me antoja lógica y familiar. Me alegro y mucho. De hecho, hace unos años escribí para El Cruzado Aragonés una carta en la que echaba de menos soluciones imaginativas ante la amenaza a los Tapiados por parte del Ayuntamiento.
Nota del autor: el texto que sigue, es un artículo de opinión que escribí para El Cruzado Aragonés en diciembre de 2007.
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AÚN NOS QUEDAN OASIS
Todavía conserva Barbastro esos pequeños oasis que acomodan al que los habita y al que viene de paso, a uno en su quehacer diario, al otro en su descubrimiento de lugares y gentes.
Oasis a los que me gusta llamar rincones. Sí, rincones. Allí donde aparece lo extraviado, donde el niño pequeño se esconde y crea su mundo, donde se acumula el polvo con el paso del tiempo, donde se amontonan los recuerdos en trastos viejos de los que cuesta desprenderse.
Si un forastero pidiera consejo para qué visitar, me quedaría pensando en mis particulares rincones. Recordaría la Catedral, San Francisco y su fuente, la Plaza del Mercado y hasta la Peñeta. Pero por encima de todos éstos que aparentan ser inmortales -y recalco: aparentan-, me vendrían al recuerdo otros oasis más placenteros: las sensaciones. En invierno el olor a estufa de leña, cruzando el recio Puente del Portillo cubierto por una espesa niebla entre sus barandas de cemento. La primavera se vería envuelta por el viento, y éste crearía nuevos sonidos azotando oliveras y carrascas y llevando consigo el sonar de los tambores que anuncian la Semana Santa. En verano, el frescor de la sombra en un paseo por el zigzaguear de los Tapiados e incluso la humedad del musgo y el salpicar de sus manantiales. Y así, tantas sensaciones como días tienen las estaciones que me gustaría compartir con ese hipotético forastero.
Pero los sentidos están ligados a la imaginación y de esa sensibilidad cada uno sabe lo suyo. Los sentidos despiertan a la imaginación, y ésta motiva a los anteriores. Tan personal que es tarea difícil compartirlo. Sólo un buen escritor o un buen contador de historias sabría hacerlo. Y nuestros mayores lo consiguen. Nos hacen partícipes de sus vivencias, de sus peripecias en esos rincones de Barbastro. Hasta darnos cuenta que, pese a lo fugaz de la vida, hay legados, herencias que nos dejan para su recuerdo. Quizás no sentiremos lo que ellos, pero nos han transmitido esos lugares ofrecidos ahora a nuestros sentidos y nuestra imaginación.
Deberíamos lamentarnos de perder con los años esa capacidad propia de imaginar, pero más debería dolernos el acabar con los pequeños detalles, los rincones que mueven el motor de los sentidos. Si bien la merma de facultades es irremediable, sí que podemos poner los medios para evitar acabar con los lugares, rincones, oasis o como queramos llamarlos. Y no hay excusa ni resignación sino la capacidad de imaginar otras soluciones y así crear nuevos rincones: imaginar soluciones no es soñar lo inalcanzable, sino poner en práctica soluciones imaginativas.
Soluciones que hubieran evitado acabar, por ejemplo, con la Estación del Ferrocarril imaginando un vial en un sentido delante y otro en sentido contrario detrás de la misma, rodeando sus escaleras de vegetación y con su elegante palmera, como en el mejor de los oasis.
Soluciones que se han de poner en práctica para que lo práctico no sea agrandar, alinear, destruir, sino conservar y adaptar a nuevos usos. Soluciones para el siguiente oasis en riesgo: los Tapiados.
Mientras unos imaginan, donde antes pisaban las vías del tren, sendas verdes en las que pasear tranquilamente a pie o en bicicleta, otros parece que preferimos ver estos y otros lugares agonizar, morir. Es inaceptable ser espectadores de la piqueta. Los Tapiados, en su agonía como mero paso de coches a los huertos o a las fincas, reclaman que los imaginemos como una vía donde convivan motor y paseo. Reclaman ser una vía de un solo sentido. Reclaman a nuestra imaginación un puente desde la Cospillera al Campo San Juan para unir con un vial la faraónica rotonda de Las Huertas de Suelves con la antigua entrada a Barbastro bajo las Capuchinas. Unir Barrios.
Los Tapiados, en su personificación, prefieren seguir viejos pero dignos, con esencia. Piden seguir viendo pasear a los barbastrenses junto a la hierba de su senda y acompañarlos hasta su huerta o a visitar a su viejo amigo el Puente de Santa Fe, con el que querría ser recordado no por la amenaza que hoy les acecha (*), sino para otros menesteres.
Protección en todo caso para estos viejos amigos que nos hablan, al igual que nuestros abuelos, de tiempos pasados. De lo que aquí hubo. Una voz que nos reconforta. Como un oasis en el desierto.
(*) Se está elaborando un plan urbanístico para mejorar el trazado del Camino de los Tapiados que acabará con los muros que le dan nombre.
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