Preparando la Semana Santa, rebuscando en archivos, encontré esta imágen del Miércoles Santo del pasado año 2011.
Barbastro no se merece dar esta imagen. Menos cuando posee un patrimonio inmaterial llamado procesiones y cuya Semana Santa está declarada de interés turístico de Aragón.
Sin más, para la reflexión.
NOTA: Imagen del autor. Procesión del Santo Encuentro. Paso del Nuestro Padre Jesús Nazareno.
sábado, 25 de febrero de 2012
sábado, 11 de febrero de 2012
Una escultura de su tiempo, de su espacio...
Ayer, día 11, fallecía en una residencia de Biescas el escultor e imaginero barbastrense Félix Enrique Pueyo Marco. Nació en 1914 y se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza, donde abrió su propio taller en los años 40 del pasado siglo. Sus obras están repartidas en templos e instituciones religiosas de todo el mundo, incluido cómo no su Barbastro natal.
Esta triste noticia me ayuda a recordar una de sus obras en Barbastro: el Cristo crucificado de la ermita de San Ramón del Monte. Y así hacer extensiva esta reflexión a todo el patrimonio mueble.
A título informativo decir que la ermita actual sustituye a otra anterior que estaba en estado ruinoso tras su profanación en la Guerra Civil. Con la nueva obra se dotaba a Barbastro –honrando así a su patrón diocesano– de un templo cuyo diseño estaba acorde con su tiempo, rodeado de pinares, de buenas vistas y de una residencia o casa de ejercicios digna de acoger retiros y encuentros. Tan mimada fue esta obra que se embelleció –además de con muebles de tipo etnológico– con evocadores pirograbados sobre la comunión (común-unión) en el salón comedor y, en la ermita, con dos grandes vidrieras abstractas (y otras en ventanas de menor tamaño) y tres hermosas tallas de madera.
Estas obras de imaginería son de imponente tamaño. San Ramón Obispo dando su bendición y la Virgen, bellísima, ofreciéndonos a su hijo. Ambas obras sin pedestal parecen flotar a ambos lados del Cristo que preside sobre el altar. Un Cristo crucificado sobre una cruz de hierro que se integra en el propio espacio arquitectónico.
De este Cristo (posiblemente inspirado en el propio autor) se pueden contar innumerables anécdotas. Muchos dirán que impone o incluso infunde temor... pero no es otra su intención que la de transmitir cercanía reflejando el dolor humano. Imponente pero humano, no idealizado.
Yo lo he contemplado muchas veces. Las primeras, en aquellas excursiones de fin de curso de catequesis. Siempre me dio mucho respeto verlo tan majestuoso a pesar del dolor de su rostro, de cómo apretaba sus dientes y de la forma en que se vencía hacia delante. Y me "chocaba" ver esa pose que se escapaba de toda mi idealización (nunca había visto un cristo con un clavo en cada pie).
Aún hoy lo veo así, aunque de distinta forma...
Recuerdo que allá sobre el año 1996 (si mal no recuerdo) fuimos con don Lino Rodríguez para tomar unas imágenes del programa de la televisión local Informativo Diocesano. Nos recibió Hortensia, tan amable como siempre. Ella estaba algo preocupada sobre si sabríamos captar la expresión del rostro. Y tenía toda la razón. En las fotos que se han hecho (o que he visto hasta el momento) en el rostro del Cristo se aprecia mucho dolor, en cambio, si se contempla con la luz natural su expresión varía, parece mucho más sereno. Creo que tampoco lo conseguimos grabar bien pese a trabajar la iluminación una y otra vez. Luz artificial en aquellos años muy necesaria para captar imágenes en interiores (me gustaría saber cómo quedaría hoy en día, ya que la mayoría de cámaras de video no necesitan iluminación extra).
Esta reflexión sobre el Cristo de la ermita de San Ramón del Monte me permite recordar esas obras muebles que son verdaderas obras de arte. Son incluso más acordes a su tiempo que las inmuebles, y más frágiles: por sus materiales más delicados y porque son más fáciles de agredir, de cambiar la ubicación para la que fueron concebidas, de ser víctimas de los gustos temporales y de las ventas a "profesionales" sin escrúpulos.
Es importante vigilar nuestro patrimonio, de principio a fin. Cualquier pieza es importante y como "pieza" no puede faltar en el puzzle.
Y a mí me queda el compromiso de tomar un buen video o una buena fotografía del Cristo... quince años después.
*
NOTAS:
1. Imagen de la postal: todocoleccion . net
2. Imagen en blanco y negro (años 50 ó 60): libro "Barbastro, siglo XX. Luces y sombras". Francisco Víu.
3. Imagen del Cristo: aragondigital . es
Esta triste noticia me ayuda a recordar una de sus obras en Barbastro: el Cristo crucificado de la ermita de San Ramón del Monte. Y así hacer extensiva esta reflexión a todo el patrimonio mueble.
A título informativo decir que la ermita actual sustituye a otra anterior que estaba en estado ruinoso tras su profanación en la Guerra Civil. Con la nueva obra se dotaba a Barbastro –honrando así a su patrón diocesano– de un templo cuyo diseño estaba acorde con su tiempo, rodeado de pinares, de buenas vistas y de una residencia o casa de ejercicios digna de acoger retiros y encuentros. Tan mimada fue esta obra que se embelleció –además de con muebles de tipo etnológico– con evocadores pirograbados sobre la comunión (común-unión) en el salón comedor y, en la ermita, con dos grandes vidrieras abstractas (y otras en ventanas de menor tamaño) y tres hermosas tallas de madera.
Estas obras de imaginería son de imponente tamaño. San Ramón Obispo dando su bendición y la Virgen, bellísima, ofreciéndonos a su hijo. Ambas obras sin pedestal parecen flotar a ambos lados del Cristo que preside sobre el altar. Un Cristo crucificado sobre una cruz de hierro que se integra en el propio espacio arquitectónico.
De este Cristo (posiblemente inspirado en el propio autor) se pueden contar innumerables anécdotas. Muchos dirán que impone o incluso infunde temor... pero no es otra su intención que la de transmitir cercanía reflejando el dolor humano. Imponente pero humano, no idealizado.
Yo lo he contemplado muchas veces. Las primeras, en aquellas excursiones de fin de curso de catequesis. Siempre me dio mucho respeto verlo tan majestuoso a pesar del dolor de su rostro, de cómo apretaba sus dientes y de la forma en que se vencía hacia delante. Y me "chocaba" ver esa pose que se escapaba de toda mi idealización (nunca había visto un cristo con un clavo en cada pie).
Aún hoy lo veo así, aunque de distinta forma...
Recuerdo que allá sobre el año 1996 (si mal no recuerdo) fuimos con don Lino Rodríguez para tomar unas imágenes del programa de la televisión local Informativo Diocesano. Nos recibió Hortensia, tan amable como siempre. Ella estaba algo preocupada sobre si sabríamos captar la expresión del rostro. Y tenía toda la razón. En las fotos que se han hecho (o que he visto hasta el momento) en el rostro del Cristo se aprecia mucho dolor, en cambio, si se contempla con la luz natural su expresión varía, parece mucho más sereno. Creo que tampoco lo conseguimos grabar bien pese a trabajar la iluminación una y otra vez. Luz artificial en aquellos años muy necesaria para captar imágenes en interiores (me gustaría saber cómo quedaría hoy en día, ya que la mayoría de cámaras de video no necesitan iluminación extra).
Esta reflexión sobre el Cristo de la ermita de San Ramón del Monte me permite recordar esas obras muebles que son verdaderas obras de arte. Son incluso más acordes a su tiempo que las inmuebles, y más frágiles: por sus materiales más delicados y porque son más fáciles de agredir, de cambiar la ubicación para la que fueron concebidas, de ser víctimas de los gustos temporales y de las ventas a "profesionales" sin escrúpulos.
Es importante vigilar nuestro patrimonio, de principio a fin. Cualquier pieza es importante y como "pieza" no puede faltar en el puzzle.
Y a mí me queda el compromiso de tomar un buen video o una buena fotografía del Cristo... quince años después.
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NOTAS:
1. Imagen de la postal: todocoleccion . net
2. Imagen en blanco y negro (años 50 ó 60): libro "Barbastro, siglo XX. Luces y sombras". Francisco Víu.
3. Imagen del Cristo: aragondigital . es
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