sábado, 25 de diciembre de 2010
Felices Fiestas
Estamos en fechas de buenos deseos. Yo espero y deseo que también el Patrimonio de Barbastro tenga regalos. Parece que últimamente un gran regalo es el Plan de Vivienda. Gracias a él y cómo no, al empeño de sus propietarios, vemos revitalizar muchos de estos edificios (de este tema hablaré otro día, cuando tenga tiempo para hacer las respectivas fotos).
A todos los que se acerquen a este blog, Feliz Navidad también.
P.D. Os dejo con una fotografía que me encanta. Tomada en el año nuevo de 2008, en un paseo familiar por los Tapiados. Nos acompaña la niebla de las 5 de la tarde. Impresionantes navidades para una de las Villas o casas de campo de Barbastro. Que os guste...
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Concentración por la devolución de los bienes de la Franja a sus propietarios
martes, 26 de octubre de 2010
MaraVillas de la Belle Époque
Cuentan que la elegante dama vino en el último tren del siglo XIX. Había bajado de uno de aquellos ruidosos convoyes de vapor que, cargados de aires de otras estaciones, llegaban con receloso retraso. Trenes y pasajeros que daban vida a las muertas vías de la capital del Vero.
La ciudad, aunque acostumbrada al paso de forasteros y comerciantes, sentía especial recelo hacia aquella mujer vestida de finas puntillas, orgulloso sombrero y práctica sombrilla. Recelo porque parecía decidida a quedarse y a revolucionar a las mozas de bastos delantales, pesados cántaros e inmensos canastos de ropa que lavar de rodillas.
Apodaban a aquella optimista dama la Belle Époque.
Nada más llegar destapó su frasco de aromas afrancesados, impregnando los alrededores de la ciudad y motivando los sentidos de sus habitantes. A todos agradaba ese olor a modernidad con un toque ácido, a la vez que reposado. Los barbastrenses, inmersos en sus quehaceres, sentían estos aromas distintos, ideales para salir de la rutina diaria.
La Belle Époque salía, al atardecer, por los caminos de acceso a la ciudad. Poco le importaba que aún fuesen de tierra, porque para ella no eran carreteras sino verdaderos Paseos, arcos triunfales de la ciudad. Y los adornaba con adoquines y con la fresca sombra de frondosos árboles, parándose en cualquier banco para dar conversación sobre nuevos tiempos y nuevas mentes que habrían de venir. Ella sólo buscaba salir de las estrechas calles, de la compacta fortaleza llamada ciudad. Libertad a fin de cuentas.
Los caminos comenzaron entonces a salpicarse de bellas amapolas de colores eléctricos y gustos eclécticos: las torres o villas -denominación ésta más al gusto de la época-. Las casetas de labranza de adobe y tapial daban paso a casas de recreo de ventanas venecianas, molduras de cemento y hierros ondulantes. Las tierras de labranza cedían parte de su espacio a porches con fuentes, bancos y a especies vegetales: rosales, claveles, hiedras… que competían en exótica decoración.
La Belle Époque, como alternativa al feudo masculino que identificaba la casa principal, fue bautizando sus villas con románticos nombres de mujer, como Villa Rosario (con su coqueto quiosco) o Villa Elena (de vivos azulejos). Y con otros nombres más distendidos, como Torre Calcetín.
Estas construcciones, verdadero capricho y mimo de sus moradores, eran estandartes del gusto moderno y de la satisfacción social. Segunda residencia en muchos casos y vivienda en otros. Lugares de escapada para los sofocantes calores del verano y discretos solariums ajenos a indiscretas miradas que observaban con envidia el nacimiento de nuevos privilegios. El mero hecho de disfrutar del campo sin considerarlo sustento era la más preciada de las joyas.
De arquitectura sencilla, las villas contaban con todo lo necesario para pasar largos días de asueto, de revoltosos juegos de niños, de comidas familiares, de hospitalidad con el paseante, de charlas y tertulias. Conversaciones bajo una parra de la que asomaban brillantes racimos o bajo un vibrante cielo de estrellas. Olor a chimenea y sueños a la fresca de una nueva época.
Al atardecer de años más tarde y sin esperarlo, sobre la ciudad, sobre los campos y sus villas, el vuelo de golondrinas se transformaría en el planear de murciélagos de guerra. Y se hizo la noche.
El hambre y la destrucción obligó a la dama a refugiarse bajo el amparo de la ciudad. La Belle Époque, que se dejaba llevar por el tiempo, también tuvo su decadencia. Su bello rostro, maquillado tras la Primera Guerra Mundial, comenzó a cuartearse de nuevo. Los vecinos aceptaron que la Belle Époque debía ser una moza más de manos trabajadoras. Comprendieron la necesidad de que las villas abandonaran el recreo y sirvieran como casas de huerta. Comenzaba una condena a todo lo ostentoso.
Tras lenta agonía la dama murió, dejando su fragancia en varios rincones de Barbastro donde todavía se la recuerda por su personalidad serpenteante y viva, hecha formas y molduras; por su libertad, en sus villas, en la lejanía de la masificación urbana. En definitiva, por ser especial y diferente. Eso es lo que ha de permanecer.
Nuestra particular Belle Époque merece toda nuestra atención, particulares e instituciones. Pero no sólo atención a edificios sino a entornos, puesto que de nada sirve conservar una villa ahogada y amenazada por obras mastodónticas, sin que disfrute de una amplia zona de vegetación y de recreo. Esperamos, expectantes, la catalogación y protección de estos espacios. Debemos dar la oportunidad para que el patrimonio maraville la vista y la memoria, para dar nuevos aires a la historia de igual forma que ella nos los brindó en un frasco de esencia modernista.
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Algunas de estas construcciones denominadas torres o villas han tenido el beneplácito de sus moradores, quienes hoy, con sumo mimo vuelven a dar vida a sus paredes. Desde aquí un agradecimiento a todos ellos por mantener viva la memoria arquitectónica y así poder contemplarlas en esencia, como Villa Adela en calle Torreciudad, Villa Elena en Avda. Pirineos (año 1929) y Villa Rosario en Crta. Cregenzán (1930) de curiosa escalera de acceso. Otras construcciones ya no existen, como la típicamente modernista Casa Valle (1934) en Avda. Ejército Español; otras, malheridas por el paso de las épocas sobreviven como la Torre Calcetín (1915) en el desvío a El Pueyo en la N-240, Casa Valle o de Mora en avda. Pirineos (1914), la villa del Camino de los Tapiados (de interesante forjado) cuyo contorno ilustra estas lineas o, aunque no sea de la época, la villa de la calle Aínsa (inscripción de 1776).
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Nota del bloguero: Texto publicado en el Extra Fiestas de El Cruzado Aragonés de septiembre de 2010.
Ilustración: Sergio Alonso (SerAlGo)
domingo, 19 de septiembre de 2010
Adiós a los que se quedan...
viernes, 17 de septiembre de 2010
Un sorbo de vida
Así surgirían de la mano de los árabes las primeras fuentes, azudes, baños y acequias cuyos trazados generosamente regaban nuestras huertas y movían molinos con más vigor que cualquier combustible. Incluso siglos más tarde, de la fuerza del agua, surgió esa modernidad de nombre electricidad.
Pero con el desarrollo industrial y de nuevas energías se empezó a dar la espalda al río. Y lo que comenzó siendo una relación de iguales, se convertiría en una dominación humana sobre los recursos naturales. El agua empezaba a considerarse parte de los desechos y nuestras desagradecidas fábricas aprovechaban la potencia del agua y le devolvían sus residuos. Lo que no valía había que echarlo al río. Comenzamos a invadir su hasta entonces respetado e imprevisible espacio, construyendo en zonas de riesgo (Barbastro se expandió con el barrio de San Juan y con la plaza de la Diputación se bajó hasta el río; o sobre los barrancos que parecen mansos construyendo el Coso, General Ricardos o gran parte de nuestro Barrio); a verter residuos que llegaban a las aguas subterráneas. Las verdes huertas contaminaban las aguas con nuevos pesticidas.
De sobra es conocido que, a este ritmo, en décadas el agua será moneda de cambio y unos litros superarán al valor del barril del petróleo. Hoy ya vemos que es origen de enfrentamientos, de guerras, signo de poder y exclusión. Preciadas botellas de líquido mineral-natural contra desagradables grifos de agua potabilizada… Muchos de los síntomas que hoy vivimos hacen suponer que si no se toman medidas urgentes esto irá a más.
En tierras aragonesas sabemos lo que es vivir de y sufrir por el agua, de la fuerzas de los torrentes dormidos, de saber que tu pueblo nació por el agua y morirá por una obra hidráulica, de ríos cristalinos convertidos en riachuelos de espuma, de fango sin vida. Desde nuestro barrio hacemos un llamamiento al uso responsable, a cuidar nuestras fuentes y manantiales, a apreciar cada sorbo de vida. De todos, instituciones y ciudadanos depende no olvidar la lección aprendida.
miércoles, 30 de junio de 2010
Las Fiestas, un alto en el camino
Vecinos, Comarcanos, Forasteros... ¡Ya han comenzao las fiestas!...
Esta frase, que parece sacada de un Pregón de fiestas, no es más que el fiel resumen de los días festivos. Días en que se celebra y se recibe al visitante. Paréntesis de las faenas del resto del año. Manga ancha para quitarse los complejos de encima.
No hablaré de la fiesta grande de Barbastro, allá por el mes de septiembre, sino de las de los Barrios y, en especial, de uno concreto: el Barrio de San Joaquín, que este año renace como asociación de vecinos para hacer piña y hacerse oir.
La fiesta, como he citado, es la culminación de un trabajo extensivo a todo el año. Una pieza más del tejido asociativo del que bien sabe nuestra ciudad. Por eso lo importante es que hay asociación y que ésta ha trabajado intensamente para constituirse y, ahora, lo celebra y lo quiere compartir con amigos, forasteros y comarcanos.
Estas fiestas Sanjoaquineras van dedicadas a crear conciencia de Barrio (de ahí el pañuelo, el cachirulo del cartel) y, cómo no, dedicadas al agua. Agua que vertebra el barrio y que forma parte del logotipo de la asociación. Os invito a arrimar el hombro y a celebrar con nosotros (yo formo parte del Barrio) estos días de fiesta.
Fotografía antigua: Pasacalles del Barrio, al fondo, la bandera (cedida por la familia Soler).
Cartel: Cartel de fiestas, homenaje al cachirulo del Barrio (autor, Sergio Alonso).
martes, 18 de mayo de 2010
Vieja estampa y nueva imagen para el Paseo del Coso
domingo, 25 de abril de 2010
Los niños ya no juegan en la ermita del Plano
Hace un par de semanas decidí pasear por los alrededores de Barbastro para grabar unas imágenes en video de los campos. Por cierto, cada vez menos "campos" y más víctimas contanimadas de construcciones, postes de la luz, carteles, etc.
Pensé que el camino rural hacia el Santuario de El Pueyo no me defraudaría: campos extensos salpicados de carrascas, olivos y almendros.
Hacia allí me dirigía cuando me encontré, nada más salir de Barbastro, con el desvío a la ermita de la Virgen del Plano. La curiosidad me invadió con ánimo de recordar tiempos pasados. Así que cambié el rumbo hacia allí.
Mi memoria recordaba un trayecto mucho más largo. Pero no, qué alivio al comprobar que no hay que caminar tanto.
Lo que no recordaba tanto son dos cosas: una, el camino asfaltado y otra, que hay varias casas habitadas en las inmediaciones.
Sabía lo que me iba a encontrar. Hace unos años ya fue noticia la profanación del templo y el robo de la campana.
Pero la sorpresa al llegar al lugar es mucho mayor: es una destrucción completa. Ni bancos, ni columpios, ni puertas, ni paredes han pasado inadvertidas a la acción de los vándalos.
Vuelven a surgir vertederos de basura incontrolados. Y no se ve el final de esta agonía.
¿Cómo un lugar tan frecuentado por familias, por niños, ha podido acabar así? ¿Estamos a tiempo de hacer algo por esta zona de juegos y meriendas? ¿Volverán los chapuzones en la piscina?
Los árboles, en su cita veraniega, van a cubrir con sus verdes ramas el cauce del río, tapando la vergüenza de lo que hoy se ha convertido, lo que un día fue una bonita tarde de torta con chocolate.
Mientras reflexiono, un padre y su hijo pasan a mi lado. Van armados de cañas de pescar. El niño me saluda y más tarde, pensando que no le oigo, dice a su padre sorprendido: "¡papá, está haciendo un reportaje para la tele!". Para él ese lugar tiene magia. Para mí, la magia es pensar que, pese a la ruína, este teatro cumple su función.
Imágenes en blanco y negro:
Puente colgante, web: barranque.com
Ermita: usuario "uselio" de flickr.com
sábado, 3 de abril de 2010
Réquiem por un árbol
En tiempos, un árbol, una zona verde, era el centro sobre el que se desarrollaba el urbanismo del entorno. Ahora, si sobra sitio se planta una especie, bonita, pero que no se desarrolle más de la cuenta para no herir el asfalto.
¿Quién se acuerda ya del crimen de las moreras de carretera Cregenzán? O de la tala de plataneros de la plaza de Guisar de los que, afortunadamente, se indultó uno que impone su presencia en un urbanismo estandarizado y que constata que allí hubo comercio, molino y animadas noches de verano a la fresca.
Hoy os hablaré de un árbol que quiso ser y no fue. Una historia real en forma de cuento.
Sepan ustedes que hubo un pedacito de tierra abierto entre cientos, miles, millones de adoquines danzarines. De este pedacito de tierra surgía la vida: un escuálido tronco de un proyecto de frondosa sombra.
La misma mano que años atrás había talado la vida de sus robustos antecesores era ahora la que le obligaba a crecer en la radiante plaza nueva. Eso sí, su nueva vida, en un privilegiado emplazamiento, se hacía una agonía: los adoquines atragantaban su tronco y ahogaban sus raíces. Tanto, que el pedacito de tierra del que brotaba era casi inexistente.
Tímido, el fino tronco se esmeraba cada año en abrir sus hojas al caluroso sol. Él sabía que antes que él hubo otro, y antes de ése hubo otro más, que no habían resistido firmes al sol en formación con otros de su mismo batallón arbóreo.
Aguantó ser aplastado por un camerino festivo y empujones de algún que otro senil conductor nobel; -¿la señal no indica zona de paso restringida? -se decía. Pese a todo era buen vecino y tuvo que tragar cambios de aceite en talleres improvisados y la fumata de hierbas que le provocaban la risa. Hasta en son de buena vecindad estuvo a punto con sus ramas de batir palmas al son de la rumba.
Pese a su juventud se sentía abuelo, condenado a mantenerse erguido gracias al apoyo de un tronco inerte al que lo apresaban. Pero consiguió lo que otros no hicieron: ver pasar dos primaveras y pronto llegaría la tercera y, seguramente, le liberarían de esa atadura.
Poco antes de abril alguien colocó un vallado en la plaza, su casa. Una gran celebración. ¿Quizás una obra que lo protegería? ¿Harían alrededor de su tronco un cuadrado de tierra para respirar? Las vallas se iban moviendo al compás de las obras. Y se acercaron a él, tanto, que estrecharon el espacio por el que circulaban los coches. Llegaron a rozarlo, una y otra vez, hasta que un golpe fue tan certero que lograría herirlo de muerte. Tumbado ya sobre la plaza soltaba su última savia como lenta agonía.
Muchos de los que allí pasamos lo oímos lamentarse, pero no lo levantamos. Él sabía su destino. Aún así pedía que su pedacito de tierra, defendido hasta la muerte, fuese ocupado con una nueva vida y, si los responsables municipales le dejaban, rogaba ser convertido en mástil que apoyase al nuevo inquilino.
Pero ninguno de sus deseos se cumplió. Sobre el pedacito de tierra una orden de lo alto echó cemento; y los adoquines ganaron nuevos territorios. Y cerraron su herida como lo hicieran con los árboles que allí habitaban antes de la colosal urbanización. Como una cruel burla en una de las vallas figuraba su destino escrito: “poda de árboles”. No era la intención de la obra, pues las vallas se habían reutilizado sin quitar el cartel, pero resultó ser un mal augurio de una mala “poda” que ahora escribo a modo de réquiem.
sábado, 20 de marzo de 2010
Ciudadanos, ¡circulen!... si pueden, claro
Inmersos estamos en el eterno debate sobre la circulación en la calle General Ricardos. Hay que recordar que el motivo de que se circule en una sola dirección se basa es descongestionar el tráfico en el centro, facilitar aparcamientos de carga y descarga para la actividad comercial y para crear un ambiente más propicio para la seguridad del peatón que pasea y compra.
Pero esto último, el peatón, debería ser lo principal a la hora de establecer criterios de circulación. Sin duda es el medio de transporte más ecológico y que propicia la economía basada en el turismo y en el pequeño comercio.
Y cómo no, ir a pie es el eje de la calidad de vida.
Pero lo mismo que se piensa en el fluir del tráfico, en las plazas de aparcamiento, etc. no deberíamos olvidar los obstáculos que aparecen en la ciudad: aceras de altura que parecen precipicios; que te dirigen a ninguna parte o a atravesar paredes; de ancho anoréxico en el que no cabe ni un solo peatón; sin rampas para minusválidos, carritos de bebé o carritos de la compra; y así un largo etcétera.
El colmo es que por cada intervención urbanística que se hace, surge una mano negra que planta una farola, una señal de tráfico o un contenedor. Afortunadamente puede tener solución.
Aquí el responsable no es sólo urbanismo, sino también la concejalía de servicios. Os aporto unas imágenes ilustrativas de lo que me encuentro en mi breve trayecto rutinario, del trabajo a casa, así que no me quiero ni imaginar lo que me dejo en el tintero.
Yo invito a los responsables a recordar conceptos tales como "molesta", "impide el paso", etc. y nos borren estos elementos que manchan (de lo antiestético hablaremos otro día) nuestro caminar diario.
sábado, 13 de marzo de 2010
Los arcos de La Merced o la «potencial» protección del patrimonio.
domingo, 7 de marzo de 2010
El puente de Santa Fe: camino del abandono
Muchos barbastrenses utilizan el camino de Los Tapiados y la antigua carretera a Salas para hacer la caminata diaria. Sin casi salir del perímetro urbano el paisaje es espectacular, como si un genio arquitecto hubiera creado rincones poéticos. Pero no, han sido los agricultores, las necesidades de movilidad o los que querían tener su finca de recreo los que han salpicado esta zona de personalidad: tapias, árboles y de un espectacular puente de hierro: el de Santa Fe.
No voy a dar lecciones de historia, este blog no pretende hacerlo. Pero se me suben los colores (y creo que a muchos andantes también) cada vez que cruzo el puente.
Necesita una simple restauración: una capa de color y soldar algunas piezas de la barandilla. Tan sólo eso. Y en un futuro más cercano quizás cambiar el firme. ¿Tanto cuesta eso?
Imagen antigua: Fernando ("Fermobu" - web Flickr).
martes, 2 de marzo de 2010
Nuevas herramientas para un mismo fin
AQUÍ HUBO pretende ser una herramienta para mostrar el estado en que se encuentra el patrimonio en Barbastro. Entiéndase por patrimonio el paisaje urbano: los sonidos peculiares, las tradiciones sociales, los jardines... en definitiva, la calidad de vida y la identidad.
Así de facil y así de complicada es esta aventura.
AQUÍ HUBO nació como proyecto ficticio en una universidad catalana. Para mostrar lo bonito a través de su ausencia. Denunciar el urbanismo demoledor, estándar, que acabó y sigue acabando con joyas de lo que habitamos.
Y esta denuncia se hacía a los visitantes: "mirad lo que hubo" (o como dicen nuestros mayores "aquí hubo tal cosa, tal otra..."), invitándoles a una ruta turística por lugares que no podrán disfrutar.
Todos debemos concienciarnos: si queremos seguir siendo hospitalarios, acogedores como lo somos siempre, debemos mantener una identidad que ofrecer y que haga que el visitante se sienta único en un lugar único.